El mapa político en España antes del 28-A: la reválida para el “sanchismo”

Hace unos meses hablaba en este blog (y muchos tuvisteis la paciencia de leerlo: vaya por delante mi más sincero agradecimiento) del complejo marco ideológico en el que se mueven los partidos políticos (no solo) españoles, con dos vectores (economía y sociedad) determinando sus posicionamientos estratégicos. En esencia, y dejando a un lado la (cada vez más trascendental) cuestión territorial, el posicionamiento de los partidos españoles en esa matriz seguía un esquema como este:

Tabla0Cuadro 1. Posicionamiento tradicional de los partidos políticos en España

Con el cuadrante conservador-intervencionista vacío en España (pero emergente, por ejemplo, en Francia, con el “Frente nacional”), la lucha tradicional en España se centraba en el cuadrante 3, donde los votantes en duda podían decantarse por PSOE o PP en función de la coyuntura socio-política y la percepción de los partidos: en momentos económicamente estables, primaba el componente “progresista”, mientras que ante situaciones más complicadas, el electorado español parecía apostar por soluciones liberales. El bipartidismo confiaba en preservar en todo caso sus cuadrantes originales (el 1 y el 4, respectivamente) y se apoyaba en los partidos nacionalistas (flexibles a nivel ideológico socio-económico, cada vez más radicales en la “cuestión territorial”) para alcanzar la mayoría absoluta, pues vivía instalada en una dinámica de confrontación.

La irrupción de Podemos y Ciudadanos, le hizo un roto principalmente al PSOE, pues puso en peligro, en el primer caso, su dominio del cuadrante 1, y en el segundo, su ambición de conquistar el espacio central del cuadrante 3. Con todo, era evidente la existencia de “vasos comunicantes” entre el PSOE y ambos partidos, que Sánchez quiso materializar a través de su infructuoso “pacto transversal” de 2016. Su sorprendente llegada al poder a través de la moción de censura de 2018 planteó un nuevo escenario cuyas consecuencias me aventuré a predecir en el artículo de julio.

En ese sentido, aposté por que Podemos moderaría (principalmente) su discurso económico, el PSOE aprovecharía para anular al primero consolidando desde el poder su recuperada hegemonía en la izquierda, Ciudadanos procuraría recuperar sus señas de identidad progresistas para contrarrestar las acusaciones de un excesivo escoramiento hacia la derecha, y el PP, por el contrario, lucharía por reconquistar las esencias conservadoras (más que liberales) ante el empuje de VOX.

Los primeros meses del Gobierno Sánchez produjeron, en efecto, movimientos tácticos en esa dirección, pero 4 acontecimientos o fenómenos de relevancia nos han conducido a un marco de decisión muy distinto al tradicional que se ha expuesto más arriba:

  • El escaso margen de maniobra político del Gobierno, maniatado por su necesidad de apoyarse en los partidos nacionalistas para convalidar sus decretos-leyes y sacar adelante sus iniciativas legislativas, abocó al fracaso a la propuesta de Presupuestos y relegó a un segundo plano el debate socio-económico, para volver a centrar la discusión en el desafío independentista. La quizá bienintencionada, pero estratégicamente muy desafortunada ocurrencia del “relator”, evidenció hasta qué punto todo giraba de nuevo en torno a la aquiescencia de los partidos catalanes, incluso para la aprobación de las medidas sociales. El desarrollo del juicio del “procés” y el recobrado protagonismo de Puigdemont de cara a las elecciones europeas obstaculizan la política de “desinflamación” perseguida por el Gobierno.
  • El percibido como “modo de hacer sanchista”, desde lo más anecdótico (vuelos en el Falcon, “autobombo” mediático, tendencia a constantes “giras internacionales”, publicación de una engolada autobiografía política aparentemente redactada por Irene Lozano) a apreciaciones más sustanciales (el recurso constante al decreto-ley, y ahora, a la Diputación Permanente; la escasa comparecencia ante los medios, los escándalos que han afectado a varios ministros) ha sido hábilmente explotado por la oposición para dibujar un perfil de “peligro mesiánico” y métodos poco democráticos que Sánchez no ha logrado anular (ni en buena parte de su electorado potencial). La imagen del “sanchismo” se ha visto así seriamente dañada.
  • La creciente popularidad de VOX y su éxito fulgurante en las elecciones andaluzas, donde fue clave para la formación de gobierno, le brindaron un altavoz perfecto para sus provocadores (y objetivamente radicales) posicionamientos en asuntos como la violencia de género o la gestión del conflicto territorial. No obstante, estos posicionamientos “desacomplejados” (sic) le han hecho arañar votos tanto al PP como a Ciudadanos, afectados, respectivamente, por el desgaste institucional (y el liderazgo aún poco sólido de Casado) y los preocupantes indicios de desgaste (o inmadurez) interna, con el “pucherazo” castellanoleonés como suceso sintomático.
  • Podemos acusa los efectos de una sucesión catastrófica de malas noticas: tras el cuestionamiento al liderazgo pablista por el escándalo (no tan menor) del chalet en Galapagar, vino la “espantada” de Errejón a la plataforma de Carmena y la decisión de los movimientos periféricos de no repetir alianza automática con Podemos. El partido se desangra mientras el PSOE, que gracias a sus escasas pero efectistas medidas desde el Gobierno (subida del SMI, permiso de paternidad ampliado, compromiso feminista en la composición del Consejo de Ministros) ha recuperado cierto pedigrí “de izquierdas”, vuelve a invocar con éxito el “voto útil” para frenar a la “derecha de Colón”.

Y mientras el PSOE vuelve a agrupar el voto de izquierdas (por lo menos, de cara a las elecciones Generales), el PP sufre en sus carnes lo que el PSOE ya experimentó hace 3 años: unos pronósticos electorales históricamente bajos debido a las fugas sufridas a VOX y Ciudadanos. No obstante, si algo nos ha enseñado esta era multipartidista es que lo importante es sumar, y que algunas divisiones multiplican.

Al PSOE de poco le sirve liderar la carrera a costa de (re)absorber a muchos votantes de PODEMOS si, al mismo tiempo, sigue perdiendo otros a la abstención o a Ciudadanos por su flanco derecho y, por tanto, mantiene su dependencia de los partidos nacionalistas para alcanzar la mayoría (si la alcanza).

Por el contrario, al PP puede saberle muy dulce la derrota si, como ha ocurrido en Andalucía, la suma con Ciudadanos y VOX le permite llegar al Gobierno ya que, precisamente, con Ciudadanos está captando antiguos votos socialistas y VOX moviliza a votantes que habían ido a la abstención en las últimas convocatorias, quizá desengañados por la tecnocracia poco ideologizada de Rajoy.

Este escenario no tan desfavorable a los intereses del PP (que, paradójicamente, podría recuperar el Gobierno con sus peores resultados históricos, como le ocurrió al PSOE a nivel autonómico y luego nacional) se hizo realidad en las elecciones andaluzas, pero es más improbable a nivel nacional por las consecuencias de la Ley d´Hont, muy relacionada con el reparto territorial de escaños. Así como la circunscripción electoral más pequeña para el parlamento Andaluz aportaba 11 escaños (cifra suficientemente amplia para facilitar la representación a todos los partidos), en las elecciones generales hay provincias (principalmente en las dos Castillas) que solo aportan 2 escaños, lo que favorece a los partidos grandes (sobre todo al que llegue en cabeza) y reduce las opciones de los partidos pequeños, condenándoles a “desperdiciar” todo esos votos. No es de extrañar que Pablo Casado llame ahora al “voto útil” de los electores de derechas.

En cualquier caso, lo que está claro es que la matriz socio-económica clásica de elección electoral ha dado paso a otro marco en el que los ciudadanos querrán pronunciarse principalmente sobre su mayor o menor aversión al “sanchismo” y sobre su posición respecto al “conflicto catalán” y las estrategias contrapuestas de acercarse al mismo (el diálogo o la severidad). La nueva matriz quedaría así:

Tabla2PolíticaCuadro 2.  Reposicionamiento actual de los partidos políticos en España

Como puede observarse, se han conformado dos bloques igualados pero antagónicos entre los que parecen haber desaparecido puentes y “vasos comunicantes”: Ciudadanos ha rechazado oficialmente un posible paco con Sánchez, guiado al parecer por encuestas internas que les revelaban un rechazo mayor al socialista que a Abascal por parte de sus electores.

Esta estrategia no parece desde luego la mejor para promover la deseada distensión política o para facilitar la gobernabilidad del país, habida cuenta de que, si Cs (decidida a disputarle a PP la hegemonía del “bloque de derechas”) efectivamente rompe cualquier relación con el PSOE, este último se vería nuevamente abocado a pactar con los independentistas, que se lo pondrán quizás más difícil que nunca.

El partido de Sánchez quiere escapar de lo que parece un referéndum sobre su gestión en los últimos 9 meses blandiendo el fantasma del bloque “trifachito de Colón” (en especial, VOX) y, en cierto modo, buscando recuperar el marco de debate socio-económico de la primera matriz, que les permitía posicionarse en una situación de mayor centralidad. ¿Lo conseguirán? Todo puede ocurrir en este mes y medio que falta hasta las elecciones. Estaremos atentos.

 

 

El mapa político en España: Reflexiones y perspectivas a través de la matriz socio-económica

En un reciente artículo publicado por Toni Timoner y Luis Quiroga para El Confidencial, se proponía, como marco para entender la política española, el trilema consistente en los vértices “nación” (eje, en el sentido de “identidad nacional”, muy presente en los principios del PP y de Ciudadanos); “estado” (equivalente al dominio del “aparato administrativo”, y compartido históricamente por PSOE y PP); y “sociedad/pueblo”(la atención a las demandas populares, teórica prioridad, desde la óptica de izquierdas, de Podemos y PSOE). La clave para el éxito electoral residiría en controlar dos de estos vértices, sin desatender el tercero. Este marco es muy útil por su identificación de la triple complejidad de la decisión electoral (agudizada en España por la importancia del factor nacionalista), pero resulta confuso en cuanto desvirtúa el componente ideológico implícito en todo elector.

Y, aunque se hable mucho del “fin de las ideologías”, si algo estamos presenciando en los últimos años, es el regreso de cierta pasión (o, en su peor de sus derivas, radicalización) política que sugiere la existencia de posiciones mucho más firmes y convencidas de lo que algunos intuían. Lo que sí  ha ocurrido, indudablemente, es la aparición de nuevos elementos de discusión pública que ramifican y transforman el binomio histórico izquierda-derecha, para reflejar las múltiples y complejas sensibilidades que coexisten en el espectro político. Toda simplificación resulta en ese sentido incompleta o engañosa, pero podemos convenir en la existencia de dos cuestiones esenciales que todo partido y ciudadano debe responder para definirse políticamente: ¿es conservador/a o progresista con respecto a los los nuevos hábitos de vida y desafíos sociales? ¿es partidario/a de la intervención del Estado en la regularización y mejora de la Economía?

Estos dos vectores conforman una matriz de doble entrada donde los partidos se posicionan o desplazan en función de los cambios percibidos en la sociedad y expresados a través de la difusa (pero cada vez más estadísticamente identificable) opinión pública. Al fin y al cabo, las leyes y decisiones ejecutivas son casi siempre el producto final de esta, y no al revés, excepto en muy singulares excepciones donde las normas, por así decirlo, “se han adelantado a su tiempo”.

Pues bien, en esta matriz podemos analizar el contenido “ideológico” de los cudrantes y la posición (y tendencia de movimiento) de los partidos españoles en los mismos:

Cuadro 1. Matriz socio-económica de posición ideológica de los partidos políticos
Tabla0Fuente: elaboración propia

Cuadrante 1: es el de los partidos actualmente considerados “de izquierdas”, que propugnan la ampliación del Estado de Bienestar y el compromiso con los avances sociales (principalmente a través de la conquista de nuevos derechos civiles). Mantienen de este modo la defensa histórica de la intervención del Estado como herramienta para disminuir las desigualdades sociales y favorecer a las clases trabajadoras. En este cuadrante cabe desde el neo-comunismo de “Podemos” hasta la socialdemocracia clásica del PSOE.

Cuadrante 2: es el de los partidos “proteccionistas” a nivel social y económico, que promueven una inversión importante en mejorar la situación de los ciudadanos del país, pero no de todos, sino de aquellos que se adaptan a su visión conservadora de la sociedad. Todo ello acompañado de un repliegue a nivel internacional. En España no hay una cantidad significativa de electores que se decanten por esta opción, y ningún partido (VOX defiende en principio la reducción drástica del intervencionismo estatal) se ajusta al perfil, si bien está recabando un éxito importante en países  vecinos como Francia, donde el “lepenismo” recoge el descontento de las clases (no solo) trabajadoras con los efectos de la globalización y la integración europea, y les ofrece una especie de derivación reaccionaria y xenófoba del comunismo.

Cuadrante 3: aquí se incluyen los partidos que se autodefinen como “liberales en todos los sentidos” o que se decantan por la llamada”tercera vía”, que gozó de renombrada popularidad hace 2 décadas gracias a Blair o Schröeder y que hoy recupera toda su vigencia con el fenómeno conjunto de la inercia económica neoliberal y la consolidación de los derechos civiles conquistados en el siglo XXI (matrimonio gay, derecho al aborto, eutanasia, etc.). Abogan por la falta de intervención del Estado, tanto en el ámbito privado (donde, por tanto, la libertad de comportamiento sería la norma), como en el público (bajada de impuestos, desregularización, flexibilización del despido, etc.). Es el territorio reclamado por Ciudadanos, pero con el que también han coqueteado recientemente, por razones antagónicas y en las que luego ahondaremos, PSOE (recuérdese el fallido pacto de gobierno con Ciudadanos) y el PP.

En este sentido, el “marianismo” se caracterizó precisamente por evitar el conflicto y la “ideologización”, truncando los proyectos de reversión conservadora de ministros como Gallardón o asumiento los avances  de la causa LGBT. En este sentido, no deberían extrañarnos reflexiones de la izquierda como la realizada recientemente por Daniel Bernabé en su polémico “La trampa de la diversidad”, donde se denuncia un supuesto “blanqueamiento” de los partidos económicamente “neoliberales” a través de la asunción de estas reivindicaciones identitarias individuales. En realidad, ha sido la sociedad, con su progresiva comprensión y defensa de estas luchas inicialmente transgresoras, la que ha forzado a los partidos originalmente renuentes a aceptarlas para no quedarse electoralmente “fuera de juego”, aunque eso no quiere decir que no quepan cambios de estrategia, como a continuación veremos 

Cuadrante 4: es el espacio tradicional de los partidos conservadores europeos, la derecha democristiana y económicamente liberal que prefiere el apoyo a la iniciativa privada antes que la intervención del Estado y defiende valores más tradicionales, que identifican genéricamente como el “apoyo a la familia” (se entiende que en contraposición al derecho al aborto y a la aceptación de nuevos modelos de familia, monoparentales o con progenitores LGBT). En España ha estado representado hegemónicamente por el PP, si bien en los últimos tiempos (y para consternación de la corriente liderada por José María Aznar y Esperanza Aguirre), se produjo un viraje hacia posiciones mas socialmente tolerantes y económicamente intervencionistas (la política-estrella de Montoro ha sido la subida de impuestos), que el recién elegido Pablo Casado parece querer corregir, para así evitar el avance de nuevos partidos desacomplejadamente asentados en las fórmulas de este cuadrante (VOX).

Porque, ¿dónde están y hacia donde se mueven los partidos políticos españoles? 

Cuadro II. Posición y tendencia de los partidos políticos españoles en la matriz socio-económica
TablaFuente: elaboración propia

Para afrontar un estudio detallado del posicionamiento actual y tendencia de los partidos, quizá la primera pregunta que debamos hacernos es: ¿en qué cuadrante se encuentra la mayoría de ciudadanos españoles? En los sucesivos barómetros del CIS, se pide a los encuestados que se sitúen en una escala del 1 -muy de izquierdas- al 10 -muy de derechas-. En El 36.9% se posiciona del 1 al 5, el  20,9% en el 5-5 y el 25,3% en el 5-10. Sin embargo, esta pregunta es confusa, porque, como hemos visto, la decisión de voto depende, al menos, de 2 factores que superan el simplismo izquierda-derecha.

Quizás un buen punto de partida sea observar el comportamiento de los españoles en las diversas citas electorales de la última década (principalmente, cuando aún pervivía el “bipartidismo imperfecto” y el análisis era más sencillo): en momentos de estabilidad económica, los españoles premian el progresismo social (PSOE 2008), pero ante graves dificultades económicas, los españoles confían en las recetas liberales del centro-derecha  (PP 2011). Es decir, el voto decisivo es el del cuadrante 3, lo que no quiere decir que sea el mayoritario, sino el que, debido a su flexibilidad en un contexto bipartidista, podía decantar el juego a favor de uno u otro partido.

Antes de la irrupción de Podemos y Ciudadanos, y excluyendo, por su insignificancia en España el cuadrante 2 , PSOE y PP controlaban, respectivamente, los cuadrantes 1 y 4 (que podemos cuantificar, basándonos en el “suelo electoral”, el peor resultado obtenido por ambos -PSOE 2011, PP 2015- en un electorado fiel bastante igualado de 7-8 millones de españoles cada uno) y se disputaban el cuadrante 3, que englobaría otros 7 millones de electores y favorecía a uno u otro partido en favor de la situación y las propuestas. Sobre el papel de los partidos nacionalistas hablaremos en otra ocasión, aunque daremos algún apunte al final de este artículo.

Ante la constatación de esta realidad, PP y PSOE decidieron consolidar sus posiciones en el cuadrante 3 con la llegada del nuevo escenario multi-partidista: Pedro Sánchez habló de “mestizaje ideológico” en su debate de investidura de 2016 (tras el acuerdo con Ciudadanos) y el PP, como hemos visto, renunció a algunas causas conservadores (aunque materializó otras, como la Ley de Seguridad Ciudadana). Sin embargo, ni uno ni otro se dieron cuenta inicialmente de que lo que los nuevos partidos hacían peligrar era su posición (que presumían consolidada) en los cuadrantes 1 y 4.

En el caso del PSOE, este riesgo se hizo ya evidente en las elecciones de 2011, cuando IU creció un 74% en votos, a costa, previsiblemente, de parte del descenso del 38% que experimentó el PSOE. Siempre se ha dicho que el voto de izquierdas al PSOE era, en buena medida, “voto útil” o incluso “voto prestado”, poco fiel y por tanto muy permeable a propuestas más puramente izquierdistas como la que, poco después, representaría PODEMOS, que a poco estuvo de igualarla en votos en las convocatorias de 2015 (si sumamos a IU y confluencias) y 2016, alcanzando los 5 millones de electores. El cuadrante 1 está por tanto muy disputado actualmente, y si por algo el PSOE ha “aguantado el tipo” en estos últimos años de “travesía en el desierto” es porque, al igual que el PP, retiene también a electores del cuadrante 3, que no han ido en su totalidad a Ciudadanos (cuya máximo resultado electoral han sido los 3,5 millones de votos de las elecciones de 2015, lejos de los 6-7 millones en los que cuantificamos ese cuadrante).

El PP no sufrió de forma tan rápida y abrupta el empuje de los nuevos partidos, y aunque perdió rotundamente la mayoría absoluta y se enfrentó a una complicada aritmética parlamentaria en las citas electorales de 2015 y 2016, nada podía hacer presagiar que perdería su hegemonía en el espacio conservador del cuadrante 4: al fin y al cabo, Ciudadanos no le disputaba ese mismo espacio y VOX era una iniciativa marginal. Sin embargo, el desgaste del ejercicio gubernativo (dominado por una tecnocracia parcialmente desideologizada) y la respuesta a la insurrección institucional en Catalunya (que muchos votantes del cuadrante 4 juzgaron tibia o insuficiente) provocó el reposicionamiento de “Ciudadanos” en ese cuadrante y la creciente popularidad de VOX.

Por razones dignas de otro largo análisis, y a diferencia de lo que ocurre en otros países de nuestro entorno, donde el sentimiento nacional es razonablemente independiente de las ideologías (como en Francia), la percepción de los electores de la “firmeza patriótica” de los partidos en España sigue el mismo eje que el de la “actitud ante los cambios sociales”: los partidos “progresistas” son juzgados más débiles y sensibles ante las demandas nacionalistas, y los “conservadores”, más duros y “patrióticos”. La contundencia exhibida por Ciudadanos ante el pulso independentista del pasado otoño, y su abierta asunción de los símbolos nacionales, les colocó a ojos de los electores en un espacio conservador que ahora se disputa con PP y un fortalecido VOX. El gran éxito del independentismo catalán radica de hecho en haber logrado la transversalidad de su causa en territorio catalán (donde agrupa desde la izquierda antisistema de CUP – cuadrante 1 extremo –  a la derecha tradicionalista del PDCAT – cuadrante 4 – que parece estar derivando en un conservadurismo intervencionista del cuadrante 2), mientras persiste el sesgo ideológico que este problema arrastra en España desde siempre, con un frente común muy débil.

En un escenario multi-partidista, en definitiva, es muy difícil adivinar cuál de los partidos logrará ocupar un área más grande de la “matriz”, porque se multiplican las opciones y combinaciones, aunque, con los 3 cuadrantes en disputa, es razonable pensar que será necesario lograr electores de más de uno para ser el partido más votado e, indudablemente, para armar una mayoría en el Congreso.

Teniendo en cuenta todos estos factores, y tal como se ha intentado plasmar en el Cuadro II, podemos intentar predecir los movimientos de los partidos españoles antes las citas electorales del próximo año (municipales, europeas, algunas autonómicas, y quizás, si no se agota la legislatura por la volatilidad de los apoyos parlamentarios del Gobierno Sánchez, generales):

  • Podemos: sólidamente asentados en el área más estricta del Cuadrante 1 (pese a escándalos más o menos resonantes como el del chalet), necesitan sin embargo ampliar su electorado potencial para no dejarse absorber por el PSOE ahora que, desde el Gobierno, y si logran responder a algunas demandas sociales, el partido de Pedro Sánchez puede invocar más fácilmente el “voto útil” de la izquierda. Iglesias intentará subrayar su papel en esos eventuales éxitos del Gobierno, y procurará liderar batallas más transversales (regeneración democrática, resolución del problema migratorio), que moderen la percepción ideológica de su partido y le devuelvan ese perfil de “partido nuevo transformador” que el tiempo le está arrebatando irremisiblemente.
  • PSOE: la operación electoral de Sánchez en el Gobierno persigue disipar, por un lado, los miedos en torno a su supuesto perfil de “izquierdista radical”, a través de su cuidadosa (con alguna sonora excepción) elección de ministros relativamente centristas o con reconocida solvencia técnica, sin dejar de subrayar, por otro lado, su compromiso progresista y razonablemente intervencionista, con medidas ya anunciadas, y bastante controvertidas, como la exhumación del cuerpo de Franco o el impuesto a la banca, respectivamente. Prevalecerá probablemente la “reizquierdización” del partido para seguir absorbiendo votantes de Podemos.
  • Ciudadanos: ante la percibida “derechización” del partido por su severa respuesta al desafío catalán, Rivera intentará recuperar su perfil más progresista (ya lo está haciendo abanderando causas muy liberales, aunque aún muy discutidas, como la gestación subrogada), sin renunciar a jugar la partida de la defensa de España contra PP y VOX.
  • PP: el perfil más socialmente conservador y económicamente liberal de Casado aventura un  retorno a posiciones propias del Cuadrante 4, que le garanticen los votos ahora en riesgo por el auge de Ciudadanos y VOX, aunque también es previsible una moderación del tono cuando las elecciones se acerquen y el Cuadrante 3 vuelva a ser imprescindible.

En todo caso, dada la reciente aceleración de los sucesos políticos en España, todo es posible y cualquier cosa podría ocurrir en los próximos meses. Espero que podamos comentarlo en este blog y que este largo, y espero no excesivamente denso o embarullado, artículo haya sido un buen punto de partida.

Los aborígenes: el arte, el corazón y la cuca

Resulta especialmente emocionante dedicar el primer post de este blog, en el que espero se mezclen las reseñas de eventos culturales y artísticos con otras reflexiones más personales, a un montaje teatral que resume a la perfección el alcance del arte, el talento y la inspiración. Se trata de “Los aborígenes” que este fin de semana ofrecerá sus últimas funciones (si tienen ocasión, no lo duden) en Pabellón 6, el espacio independiente creado por Ramón Barea que ha echado raíces más que sólidas, tras el éxito de sus “Chichinabo/Chihuahua Cabaret”, en el insólito barrio de Zorrozaurre de Bilbao (cuya aparente decadencia contrasta con la emergencia de nuevas propuestas de revitalización y un singular encanto).

La Compañía Joven, formada por chicos y chicas menores de 25 años de diferentes escuelas de teatro vascas, y que ya ha versionado recientemente en el mismo espacio “Romeo y Julieta”, se entrega en cuerpo y alma a representar esta “obra de obras”, un compendio sabiamente dramatizado  de fragmentos de las obras más icónicas de Federico García Lorca (El público, Mariana Pineda, Poeta en Nueva York, Doña Rosita la soltera, etc.), con los que aciertan a construir una suerte de autobiografía del poeta granadino. Sin olvidar ninguno de los sucesos fundamentales de su vida (la importancia de la relación con su madre, la aceptación de su sexualidad, sus primeros éxitos y fracasos, su viaje a Nueva York, su participación en la iniciativa de “La Barraca”, su trágica perdida), pero en un registro onírico y ocasionalmente simbólico que habría hecho las delicias del poeta.

Enfundados en unos monos de obrero surcados por manchas de pintura, los jóvenes intérpretes evocan el esfuerzo colectivo y carácter experimental del teatro para lanzarse a un largo (2 hpabellon-6-teatro-bilbaooras y cuarto con entreacto) e intensísimo tour de force interpretativo en el que, jugando hábilmente con escasos pero significativos elementos escénicos, se intercambian papeles (a Lorca lo interpretan 3 actores y una actriz diferentes), hacen honor a los apasionados discursos de las obras de Lorca, interpretándolos con profundo sentimiento, y entran y salen del escenario siguiendo una coreografía endiablada (patalean el escenario, gritan, bailan, lloran).

Dos episodios revisten especial importancia: sus años en la Residencia de Estudiantes, en los que trabó especial amistad con Buñuel y Dalí (qué arte y complicidad desprenden sus intérpretes; con qué ritmo y brillantez se describe la dinámica de la institución) y su fallecimiento fusilado por los nacionales, que aquí se representa, de forma muy original y conmovedora, como la crucifixión de un mártir, de un elegido para venir a este mundo a embellecerlo con sus versos y agitarlo con sus obras. Pese a todo, el montaje reivindica en todo momento un tono vitalista y desacomplejadamente sensual. Lorca sonríe en el cielo. Porque mientras existan compañías y montajes como este, su espíritu, y el del resto de aborígenes comprometidos con la libertad, seguirá vivo.

Gracias a todo el equipo por este esfuerzo a la altura (o superando) cualquier representación teatral (de nivel) actualmente en cartel a nivel nacional. Espero que hagan gira por el bien de los espectadores de otras ciudades y regiones. Y gracias especialmente a Ainara Aristegui, María Cerezuela, Unai Elizalde, Eneritz García, Kepa García, Josh Ortiz de Zarate, Nahikari Rodríguez, Daniel Solaguren y Yeray Vázquez, todos ellos magníficos actores y actrices con un prometedor futuro por delante.